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Las asociaciones de sonidos, colores, letras, posición, espacio, etc. cambian según la cultura. Por ejemplo, en Europa y América solemos pensar los números en una línea, con los pequeños a la izquierda y los grandes a la derecha. ¿Porque no al revés? Pues porque así funciona la lectura, de izquierda a derecha. Los que han aprendido a leer en persa, donde se lee de derecha a izquierda, imaginan la línea numérica al revés. Y los japoneses ordenan su línea numérica mental de arriba abajo, tal como leen. Hay gente con arreglos más curiosos, algunos ubican los números en espirales, como si fuesen calendarios.

Algunas asociaciones son aún más curiosas. Cuando decimos “ya se viene Navidad”, ¿de dónde está viniendo? Este uso del lenguaje nos enseña que a veces relacionamos casi sin pensarlo el tiempo y el espacio, como si fuesen lo mismo. Y en nuestra cultura parece evidente que el futuro esté delante y el pasado atrás. Pero no es así en todas las culturas. Por ejemplo, para los aimaras, en América del Sur, es exactamente al revés: el pasado esta delante, y el futuro detrás. Tan es así, que, en aimara, la palabra nayra significa pasado, pero también significa al frente. Y la palabra quipa, que significa futuro, también significa lo que esta atrás. Explican los aimaras que el pasado esta delante, porque es lo único que han visto los ojos. El futuro, en cambio, es desconocido y por lo tanto está a nuestra espalda, donde los ojos no ven. Cuentan los aimaras que el tiempo pasa como si caminasen marcha atrás y así el futuro que estaba a sus espaldas se va revelando y se convierte progresivamente en pasado, a plena vista.

A estas asociaciones naturales entre sentidos se las llama sinestesia. Todos somos un poco sinestésicos: mezclamos sonidos con formas, tiempo con espacio, temperatura con colores, el tacto con la música… Una de las formas más comunes de sinestesia es la que relaciona letras con colores. Alguna gente ve la A roja, aunque este impresa con tinta negra. Otros perciben la C en un azul profundo. Por ejemplo, Nabokov, quizás el más célebre de los sinestetas, veía la V de un rosa cuarzo y la N de un color amarillento. Tan fuerte es la sinestesia que puede funcionar aun en los que han perdido un sentido. Un ciego con sinestesia puede ver un color al escuchar un sonido.

La sinestesia siempre ha tenido un aura de genialidad. Muchos de los grandes matemáticos cuentan que pueden representar los números como paisajes sofisticados, o como sonidos, y así juegan con los números usando las puertas de la percepción. Pero tan glamurosa es la sinestesia que se ha llenado de impostores. Escritores, músicos, o artistas que piensan que les queda bien contar que ven letras o notas musicales en vivos colores.

Y así, mi amigo y colega Edward Hubbard ideó un dispositivo para separar la paja del trigo. Detecta verdaderos sinestésicos y revela a los abundantes charlatanes e impostores. Edward encontró a los verdaderos sinestésicos y descubrió que estos tienen una gran abundancia de conexiones neuronales directas entre la región cerebral que codifica las letras y la que codifica los colores. Y estas autopistas cerebrales hacen que en su percepción se mezclen sensaciones de una manera fascinante que otros apenas podemos imaginar.

Fuente : El país  VERNE 

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